V Domingo de Pascua. Ciclo A. 10 de mayo de 2020
Jn 10, 1-10: Yo soy el camino y la verdad y la vida.
Nunca está demás recordar el objetivo de las cosas, la finalidad de las causas, el sentido de la realidad. Hoy se nos aclaran las ideas y éstas sin querer nos llevan a acoger alegremente lo obvio, cayendo en la cuenta de que en el caminar cotidiano es mejor recorrer el camino indicado por Él, camino de la Vida o de la Verdad; en definitiva, a sí mismo.
Cuántas veces no han entendido el mensaje o les ha dejado anonadados; cuántas les ha sorprendido el hacer y el actuar del Maestro. Constantemente se desarrolla su Vida en una incesante muestra de buena enseñanza para hacer ver cómo el buen discípulo, para seguirle, ha de llevar en su propia vida todo cuanto está previsto en las Sagradas Escrituras. El señor Jesús una vez más en el contexto de su anuncio de lo que ha de sucederle para la salvación del mundo, su entrega (Pasión, Muerte y Resurrección), les ha dejado a los discípulos, cuando menos, preocupados y no lo entienden. Felipe le insiste que les muestre al Padre. Pero es que Él es en sus obras el mismo Padre. Aun así sus inquietos corazones necesitan más explicación. Al decirles que va a prepararles lugar, y Vida donde está el Padre, les muestra el camino de esa Vida que es Él mismo, pero ¿lo asumirán?
Ante la realidad que nos asiste, otras tantas veces se nos ha indicado el genuino centro de la Vida como a los discípulos aquellos; se nos invita por activa, por pasiva y por perifrástica a no caer en la tentación de que nuestro corazón ande inquieto y tembloroso, lleno de desconocimientos que hace desviar la atención de la Verdad y de la Vida, llevándolo hacia sucedáneos que aparentemente nos llenan y no nos hacen vacilar. Lo peor es que con tan buenos ejemplos, y Buen Ejemplo, por todos lados, sigamos obstinados en persistir en este temor e inseguridad. Vivamos como lo que ya somos: hijos de Dios por la Vida, por la Verdad; éste es el Camino que nos lleva al Padre, la Vida eterna prometida por Jesús el Señor sin olvidar que aún aportamos parte de esa Vida aquí y ahora.
Sergio J. Villalba Marcos