Domingo XX del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 16 de agosto de 2020
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Dicen que una de las causas más profundas de sufrimiento para un creyente, son las oraciones que parecen “no escuchadas”; es decir, cuando pedimos a Dios y parece que no nos concede aquello que pedimos… Todos tenemos experiencia de esto. Por ello, os invito a poner hoy nuestra mirada en la mujer cananea que nos presenta el evangelio como modelo de la oración de petición y con ella aprendamos cinco actitudes que nos pueden iluminar en nuestra vida de fe y nos pueden servir, también, para revisarlas en nuestra propia vida.
1) La primera es que aquella mujer se acerca a Jesús con fe. Y nosotros… ¿Nos acercamos a Jesús? ¿Lo hacemos con fe? ¡Revisémonos! Porque a veces la rutina puede ir matando la novedad radical que Jesús quiere aportar a nuestra vida.
2) Esa mujer no solo se acerca sino que le hace su petición. Ya nos los dijo Jesús: “Pedid y se os dará”. ¡Pidamos! ¡Atrevámonos a pedir! Tengamos la esperanza de pedir. Y aunque podemos pensar el porqué pedirle a Dios si sabe lo que necesito, debemos hacerlo por tres motivos (aunque hay muchos más) principalmente:
• Jesús mismo nos lo dice (“pedid...”, y nos enseñó el padrenuestro que son siete peticiones a Dios Padre).
• Cuando pido por mí, me predispongo a acoger aquello que estoy pidiendo. Estoy trabajando la tierra para poder acoger su semilla.
• Cuando pido por otra persona, esto es un pequeño acto de amor. Y todo acto de amor, por pequeño que sea, da fruto.
Dice el Papa Francisco: “no se pierde ninguno de sus trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de sus preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio generoso, no se pierde ninguna dolorosa paciencia. Todo eso da vueltas por el mundo como una fuerza de vida”.(Evangelii Gaudium, Nº 279)
3) No solo aquella mujer se acerca y le pide sino que continúa pidiendo; es decir, es persistente… Y persevera y persevera en su petición, hasta el punto de que los discípulos se quejan.
Rezar, rezamos, pero conforme va pasando el tiempo ¿Seguimos perseverando en nuestras peticiones o se debilita nuestra perseverancia?
Muchos y muchas de vosotros, tenéis hijos e hijas, nietos y nietas que no se han encontrado con Jesús. O que un día se acercaron a la Iglesia y hoy no lo hacen y, seguro, que habéis por ellos, pero ¿continuáis perseverando en esta petición? Otro ejemplo: Todos vemos que el sistema económico no funciona; descarta a mucha gente, esclaviza a muchas personas, empobrece a países enteros. ¿Hacemos una oración confiada y perseverante para que se transforme? La URSS y el muro de Berlín, parecían que durarían mil años. Y cayeron… Hace falta tener esperanza.
El Papa Francisco, en su viaje a Corea, les decía a los jóvenes: “Jesús puede dar nueva vida al corazón del hombre y transformar toda situación, incluso la que parece sin esperanza”. Solo es necesario perseverar…
Es esa perseverancia en la petición, la que provoca la alabanza de Jesús a la cananea hasta el punto de decirle: “Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.” ¡No desesperemos nunca, no nos desanimemos nunca! Confiemos en Él, “con Él podemos caminar sobre el agua”, cosas imposibles se pueden volver perfectamente realizables. Nos puede motivar el tener una memoria agradecida. Pues si miramos bien nuestra vida, podemos descubrir su acción en mí, y eso es motivo para continuar rezando y pidiendo.
4) Cuarta cosa que nos enseña esta mujer: no solo se acerca, pide y persevera en esa petición sino que, además, se puso a los pies de Jesús y le dijo “Señor, socórreme”. Hemos de aprender a decir: “Señor, socórreme”, “compadécete de mí”. Nos hemos de reconocer necesitados de Él. Porque es en la debilidad cuando damos cabida a Dios en nuestra vida. Cuando nos sentimos fuertes, muchas veces no nos acordamos de él… ¡Cuántas veces queremos vivir nuestro cristianismo con nuestras propias fuerzas y olvidamos que solos, nada podemos! Como dice el salmo: “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles, si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas…”.
En el Evangelio de Juan, Jesús nos dice: “sin mí no podéis hacer nada”. Hemos de aprender a pedir ayuda al Señor, y perseverar en esta petición…
5) Y última cosa que nos enseña aquella mujer cananea: ella dialoga con Jesús. Es decir, todo lo que hemos dicho hasta ahora, nace del diálogo con Él. Dialogar con Jesús, hablar con Él, como con un amigo. ¡Esto es la oración! Ya lo decía Santa Teresa de Jesús: "La oración es hablar con aquel que sabemos nos ama"… porque es en ese diálogo con Cristo el que nos llevará a crecer en la fe y ver como Jesús transforma aquello que parecía “in-transformable!
Acerquémonos a Dios, pidámosle, perseveremos, sintámonos necesitados de Él y acrecentemos nuestra relación con la oración.
Antonio Travé
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