Domingo XVII del Tiempo Ordinario. Ciclo a. 26 de julio de 2020
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Mt 13, 24-43 “Vende todo lo que tiene y compra el campo”.
La liturgia de este domingo nos presenta la última parte del capítulo 13 de San Mateo que concluye con algunas parábolas acerca del Reino de los cielos.
En las dos primeras, que son muy similares, nos presentan a un hombre que descubre un tesoro en el campo y a un comerciante en perlas finas quien se topa con una de gran valor. Los dos, en medio de sus labores, se encuentran con algo maravilloso, es un encuentro que les cambia su vida para siempre, algo que los colma de alegría y los impulsa a vender todo lo que tienen, a renunciar a sus demás bienes y posesiones por obtener aquello que han hallado.
Aquello es precisamente la esencia de reino de los cielos y del cristianismo en sí, un encuentro con aquel que nos dará la paz, el gozo, la alegría que continuamente buscamos y que tanta ansía nuestra alma, un encuentro con el amor mismo, con Jesús nuestro Señor. Ser cristianos no se reduce a cumplir unos mandamientos sin más o a realizar unas prácticas concretas; ser cristianos es encontrarnos con Jesús, es mantener con Él una relación de amor y confianza filial, es abrirle las puertas de nuestro corazón para que él pueda entrar y transformarlo. Y de esta manera, partiendo del amor que brota de esta relación, podamos vivir los mandamientos, ya no como una carga o imposición, sino con libertad interior, para que, así todos nuestros actos y prácticas religiosas sean movidas por la caridad.
Somos cristianos, pero ¿Conocemos realmente a Jesús?, ¿Le dejamos que Él nos conozca?, ¿Hablamos con Él?, ¿Le compartimos nuestras alegrías, tristezas y agobios de cada día?
Dios espera por sus hijos, Él desea darnos todo lo que necesita y anhela nuestra alma, pero mientras nuestro corazón este lleno de nosotros mismos o de las cosas materiales, no tendremos espacio para Él, por ello se hace necesario, como nos dicen las parábolas, vender todo lo que tenemos para poder adquirir este gran tesoro. Vale la pena jugarse todo por Jesús, vale la pena dejarlo todo por Él, pues sabemos que Dios no se deja ganar en generosidad y todo lo que dejemos por Él se nos retribuirá con creces.
Nuestra fe en Cristo no se reduce al ámbito interior, pues debemos ser cristianos en nuestro actuar, en nuestro pensar y en nuestro hablar, venderlo todo es fiarnos de Jesús y colocarlo en el centro de nuestra existencia para que toda nuestra vida este orientada hacia Él. Jesús oculto en la Eucaristía es ese tesoro escondido, el cual espera por nosotros para enriquecer nuestra vida. Podemos pasar de largo o podemos ir al encuentro de quien sabemos que trasformará nuestra vida. La decisión está en nuestras manos.
JOHN ALEXANDER MELO
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