Domingo VI del Tiempo ordinario. Ciclo C. 13 de febrero de 2022

 

En el capítulo cinco de Mateo tenemos el “sermón de la montaña”, las bienaventuranzas, en las que nos aparece Jesús en un monte para hacer un paralelismo entre él y Moisés que recibió las tablas de la ley en el monte Sinaí, y mostrarnos a Jesús como el gran nuevo profeta. Mateo hace nueve exhortaciones y así describe las condiciones morales para entrar y pertenecer al reino de los cielos.


Teniendo en cuenta lo anterior, hoy se proclaman en la liturgia las bienaventuranzas según Lucas, que son más breves, pero a cada una de ellas añade su advertencia antagónica. Jesús aparece en esta versión bajando de la montaña y situándose en una llanura para mostrarnos a un Mesías que desciende a los niveles más bajos de la sociedad en donde se encuentran los pobres, los enfermos, los desfavorecidos y los necesitados de ayuda. No es un Jesús que aparece lejos del pobre, enfermo, endemoniado…, porque es un Jesús que ha venido a ayudar y a salvar a los inferiores, a los últimos, a los que buscan a Dios, hambrientos de su palabra y de su salvación. Es un Jesús que sale al encuentro de todos, de los discípulos (los cristianos) y del pueblo (toda la humanidad), es decir, los que lo esperan, que se mezcla con ellos, que se les acerca y se deja tocar para aquellos que quieren sentirlo a su lado y sentir de manera “física” la salvación en el “ahora” y en nuestro presente. Jesús sana, da vida, perdona, libera…, es el Salvador.
Son cuatro bienaventuranzas las que aparecen en el relato lucano, y le siguen cuatro contraposiciones que, a modo de sentencia, advierten. Las tres primeras bienaventuranzas son una sola: los pobres, los que pasan hambre (hambrientos) y los que lloran (los que sufren). A estos les anuncia un cambio radical en sus vidas y en sus situaciones de pobreza, hambre y dolor. Para Lucas el reino de Dios ya ha llegado. Eso significa que Dios es rey. En el sentido semítico y judío el rey es el defensor y el que hace justicia a los indefensos y a las víctimas de las injusticias de esta vida, de la sociedad y frente a unos pocos que se sienten felices ahora por tener riquezas, por estar saciados y por estar alegres e irles todo bien. El reino de Dios para Lucas es una realidad nueva que viene a sustituir la realidad vieja de nuestro mundo y de sus valores mundanos, trayendo un orden nuevo en el que triunfarán quienes fracasan, padecen, se lamentan y no tienen oportunidades en el presente y tampoco para poder alcanzarlas en un futuro. La cuarta bienaventuranza nos habla de aquellos que padecerán las consecuencias de la fe, de creer en Jesús, porque serán incomprendidos, perseguidos y maltratados.
Jesús no proclama a los pobres dichosos por vivir en la pobreza ni considera la pobreza como el ideal a vivir. Precisamente Jesús se rodeó de pobres, hambrientos y enfermos para darles de comer y sanarlos. La dicha y felicidad de los pobres, dolientes y demás personas desdichadas se encuentra en el hecho de que el reino de Dios que nos trae Jesús es para ellos y no para los ricos que no comparten ni se preocupan de los demás, sino que viven en la avaricia y explotan a los que menos tienen; ni para los que se sienten felices porque tienen abundancia material, porque disfrutan de los placeres de este mundo; ni para los que tienen éxito, fama o son admirados, que se dejan llevar por su ego y sólo buscan el aplauso de los demás. Jesús ha bajado hasta donde están los débiles y ofrecer una sociedad alternativa, diferente, en la que ellos sí cuentan. Para Jesús, los ricos, poderosos, los que viven para sí, etc. se sienten privilegiados, pero están condenados a la miseria.
Lucas nos presenta a un Jesús que nos pide combatir la pobreza, las injusticias, las dolencias creadas por el mismo hombre, por sus maneras y formas de actuar. El Evangelio es buena noticia, y eso es lo que hoy nos anuncia Jesús: el cambio que traerá la felicidad pero que requiere de nuestro esfuerzo y colaboración para construir el reino de Dios, hacerlo presente y real en nuestros días. Jesús no nos ofrece un cristianismo cómodo donde todo viene hecho, conseguido y regalado. El cristianismo es compromiso, es entrega y es servicio a los débiles, a los perjudicados, a los desfavorecidos… para crear una sociedad donde todos seamos felices en el compartir, en el ayudarnos y en el querernos. Las bienaventuranzas nos han de motivar para salir de nuestro egoísmo, aletargamiento y pasividad, porque el reino de Dios se hace presente con Jesús y también nosotros tenemos que hacerlo presente junto a Jesús y los que nos necesitan.

Emilio José Fernández, sacerdote
http://elpozodedios.blogspot.com/

 

Modificado por última vez enDomingo, 13 Febrero 2022 08:11